1- MI PAPA Y YO SOMOS PESCADORES SUBMARINOS TRIANA

Pescaloapulmon, quiere desde hoy sábado 20 de junio empezar a celebrar por este mes el dia del padre con algunos relatos e historias de algunos Pescadores submarinos y sus hijos.

Felicitaciones a esos padres pescadores submarinos, los que están y los que se sembraron en el azul. 

Nota: Queremos recordar que estas historias del pasado y sus respectivas capturas se realizaron en una época donde no había restricciones y los pescadores de la época pescaron a sus anchas por no encontrarse ninguna especie en extinción, al pasar de los años muchas de esas piezas que se capturaban antes   ahora están prohibidas por las leyes nacionales de pesca y acuicultura.

 

Mi papa es pescador y yo tambien.

Hijo

 

Mi nombre es José Manuel Triana, quizás no tengo tanta habilidad para escribir como mi papa, pero mi contacto con el mar ha sido desde la Cuna y todo se lo debo a la pasión de mi papa por la pesca. Di mis primeros pasos con la pesca desde la orilla con Nailon y quedaba maravillado viendo las piezas que mi padre pescaba y ese mundo me enganchó totalmente. Comencé a acompañar a mi padre en sus faenas de pesca y pase por varias etapas: Mero espectador y ayudante general, acompañante de seguridad de mi papa en el agua mientras él pescaba y yo en la superficie atento siempre, encargado oficial de despegar el ancla, me sorprendía con mis capacidades a veces jeje y finalmente comencé a tener contacto con el fusil de pesca en oportunidades que me lo facilitaba y tenía un miedo terrible a dañar o perder la flecha. Recuerdo un diciembre San Nicolás me trajo un arpón mares, creo que un 80 junto con un cuchillo Aitor de gran calidad, aún lo tengo. Creo que esa fue la mejor navidad. Actualmente tengo 35 años y sigo saliendo ocasionalmente a pescar y bucear con mi papá, quién aún lo hace a sus 72 años.

 

 

Padre

Mi nombre es Carlos Triana, nací en La Palma, Islas Canarias, emigramos a Cuba en 1948 y en 1960 emigramos de nuevo a Venezuela

Mi afición y gusto por el mar y todo lo que se relacione con él comenzó en Cuba, a la edad de 8 años, vivía en un pueblito, Guisa, en la Provincia de Oriente, junto a la famosa Cierra Maestra, muy alejado del mar, tenía un tío político Argelio García, casado con una hermana de mi madre, gran aficionado a la pesca artesanal con nylon tanto de ríos como en la mar, guardo muy gratos recuerdos de su persona, el caso es que me llevó muchas veces a pescar, en esas salidas al mar, a los ríos, me encantó el escenario, las aguas, la actividad de la pesca, la alegría contagiosa del grupo de amigos que lo acompañaban en esas faenas, los cuentos de mar que esos viejos tenían, la emoción de poner carnada a un anzuelo, echarlo al agua y esperar el jalón del pez, respirar el salitre, los fascinantes colores del mar de los ríos, etc.

Mi tío, nos llevaba con frecuencia a la familia a bañarnos en los ríos que para aquella época eran limpios y transparentes en Cuba, fue en una ocasión que nos llevó al mar, a una pequeña playa en una ensenada cerca del histórico y viejo pueblo de Trinidad, era un día maravilloso, luminoso, apenas habían olas, el agua estaba cristalina y allí habían varias familias disfrutando de la playa, había un niño de mi edad que con una vieja careta de buceo, sin la correa de goma, curioseaba el fondo del agua en la orilla, me acerqué y se la pedí prestada, me la coloque sujetándomela con la mano, el impacto que me causó ver el fondo, ver algas, piedras, muy pequeños peces, los colores del agua, ese otro mundo desconocido y distinto marcó mi vida, la emoción fue enorme y nació en mí el deseo de conocer más ese mundo en adentrarme en él.

Más adelante estando ya en Venezuela, mantenía firmemente el deseo de aventurarme en el mar, tendría unos 14 años, cuando pasé el primer susto de mi vida, estaba aprendiendo a nadar en la piscina de Los Corales en el Litoral, fue en la parte honda, me iba acercando al borde de la piscina y de súbito me dio una crisis de pánico y comencé a hundirme, apenas salía del agua volvía a descender, tenía puesta una careta, mi amigo Roger Martín que me enseñaba los principios de la natación, me veía y pensó que estaba echando broma, hasta que vio que estaba sudando del pánico dentro de la careta y se dio cuenta de mi situación, se tiró al agua y me sacó. Mientras me recuperaba del susto, recibí uno de los mejores consejos de la vida, me dijo Roger, no te quedes así, con la impresión del susto, vuelve a nadar en el mismo lugar y hazlo ya, así lo hice me lancé de nuevo al agua y cogí confianza otra vez, nadé sin problemas y con seguridad, más nunca tuve problemas, esto fue una gran lección.

Compré mi primera careta, de esas que tenían 2 tubitos con una bolita en cada una de ellas que la tapaban cuando me sumergía para que no entrara el agua, un verdadero desastre, siempre le entraba agua, pero podía contemplar los fondos, comencé a leer mucha literatura sobre la actividad de la pesca submarina y los equipos adecuados, me di cuenta del error que había cometido, compré una careta simple sin nada adicional, un tuvo snorkel y unas chapaletas. Que maravilla, me desplazaba sin dificultades, podía descansar flotando, descender, curiosear a mis anchas los fondos, no me atrevía a alejarme de la orilla, tenía miedo a los tiburones a las barracudas. Uno de los libros que leí, excelente manual de pesca submarina cuyo autor Owen Lee, un gran pescador submarino, explicaba todo lo referente a la actividad, equipos, técnicas de pesca, principios de la apnea, riesgos, peligros, etc. Las costumbres de los diferentes peces, las tácticas para poderlos arponear y algo muy importante explicaba cómo debemos actuar ante la presencia de un tiburón o una barracuda, el principal consejo mantenerse en calma, no generar miedo o pánico, nadar muy lentamente y lo más incomprensible, para espantar a un tiburón o una picúa, nadar directamente hacia él, que les parece, esta práctica la he tenido presente toda la vida y me ha dado excelentes resultados.

Mi primer fusil fue casi un juguete, un pequeño fusil de liga, con poca potencia, con el apenas lograba pescar pequeños peces, su alcance era muy corto, pero pescaba, siempre pescando orillero, todavía le tenía respeto a adentrarme lejos de la orilla, pescaba por el entorno de la famosa Playa Lido en el Palmar, en el litoral, desaparecida hoy en día por la vaguada de Vargas. Pescaba en el entorno de la Playa Lido llegando hasta el Macuto Sheraton también me llegaba hasta Camurí Chico, esas eran mis zonas de pesca, frente a la Lido llegué a ver con muchísima frecuencia cardúmenes de picúas, que iban desde los 2 kilos hasta los 8 kilos, eran más de 50 ejemplares, mansitos, me rodeaban me daban vueltas, mirándome feo, recuerdo que la primera vez que vi a una picúa, esta nadó lentamente alrededor mío, viéndome con furia, me chasqueaba sus dientes abriendo y cerrando la boca, pues hice lo que el manual recomendaba, nadé directo hacia ella, escapó a toda velocidad, eso me hizo sentir fuerte, más seguro, pero con mi pequeño fusil nada podía hacer para poder pescarlas. Así es que le compré a un amigo que también pescaba, Rogelio Laya, un fusil francés de 4 poderosas ligas y una flecha de buen tamaño, marca Champion, era otra cosa, tenía un buen alcance y comencé a pescar las picúas, con la mala suerte de que siempre les acertaba el arponazo en la barriga y para agarrarlas y rematarlas como me enseñó otro gran amigo y veterano en la pesca Alberto Welinsky, del cual aprendí muchísimo, pasaba trabajos para poder agarrarla por las agallas y rematarla con el cuchillo, se me venían de frene cuando jalaba el mecate, entonces debía dejarla ir y volver a jalarla hasta que no viniera de frente hacia mí, así si la agarraba fuerte por las agallas y la remataba pinchándole el cerebro con el cuchillo, la mordida de una picúa es bien fea. Este fusil tenía un endemoniado defecto, tenía cuatro ligas que por pares y unidas por un gancho, se estiraba a pulso con fuerza para ubicarlo en las dos ranuras que la flecha tenía y ya quedaba listo para pescar, pero ocurría con lamentable frecuencia que cuando hacía el esfuerzo por enganchar las dos ligas y el gancho que las unía, cuando estaba a punto de llegar a la ranura, una de las ligas se reventaba y me daba tremendo carajazo en los dedos o si no se partía el gancho, fueron demasiadas veces que tuve que comprar ganchos y ligas de repuesto, me cansé.

Le compré a Amadeo Trave representante de la marca Nemrod en Venezuela, un fusil corsario de aire comprimido y un cuchillo con funda que se colocaba en la pierna, todo una pinta, pero inútil, ya que el cuchillo en varias ocasiones se salía de la funda por rotura de la goma que lo fijaba a la funda y lo perdía irremediablemente. Se me ocurrió comprar un carrete de pesca y adaptárselo al fusil, así la flecha quedaba amarrada con una cuerda al carrete, una vez arponeada la pieza la dejaba correr, esperaba un poco a que se cansara si era grande, enrollaba el carrete para tomarla y rematarla. Este sistema no era bueno, con frecuencia se atoraba el carrete y el pez me quedaba muy cerca de mí, si era una buena picúa ya saben que se puede devolver hacia su cazador y darle una buena mordida, sus dientes cortan como un bisturí y llegan hasta el hueso, más de un susto pasé hasta que me obstiné.

Conocí a otro gran amigo, Claudio Scrosopi, campeón Nacional en varias ocasiones e Internacional, tuve el privilegio de pescar con él en múltiples ocasiones y competir con él en campeonatos nacionales de pesca submarina. Participaban en esos eventos para los años 70, grandes y célebres submarinistas como Julio Cubeddu, Gerardo Pfeiffer, Gunther Ackermann, Vicente Seco y Gino Caso. Desde aquel entonces formé equipo por más de 40 años con Ángelo López, ya desaparecido, precisamente en el mar al igual que Gerardo Pfeiffer. Con Ángelo Lopez hicimos grandes campañas de pesca submarina por toda Venezuela en especial en la Ciénega de Ocumare de la Costa, el Farallón Centinela, Macanao, Las Aves, el Cabo Codera, Caracolito, el Bajo Capitán, etc. En las competencias de pesca submarina de los años 71 logré quedar entre los 10 mejores submarinistas de Venezuela en un modesto puesto número 9, dejamos de participar en ellas Ángelo y yo, porque nos generaba estrés, no podíamos disfrutar la actividad, teníamos un tiempo límite, una zona definida, había que dar carreras de un sitio a otro, no podíamos, si nos daba la gana salirnos de la zona de pesca, había más de 50 competidores en el área de pesca, todos como locos buscando pescado, así es que nos salimos dejamos de competir a y lo que pescabas le pertenecía a la federación de pesca submarina. Claudio Scrossopi me dio los mejores consejos. Primero me hizo quitar el inútil carrete fijado a mi fúsil Corsario, utilicé una cuerda que une la flecha al extremo del fusil, con un largo (2 o 3 metros) me permite con un dedo sujetarla manteniéndola estirada al nivel de la cacha mientras se empuña el fusil con el otro dedo en el gatillo. Lo segundo fue usar un mecate de unos 25 metros o más, el cual se amarra al extremo trasero del fusil y el otro extremo a una boya, moderadamente grande, de un color visible de lejos, en esta boya se amarran las piezas arponeadas. Este sistema permite pelear una pieza grande que una vez arponeada, soltamos el fusil y sujetamos el mecate, se le da cuerda moderadamente hasta agotar el pez, finalmente se recoge el mecate poco a poco se remata el pez y para la boya. Más adelante incorporé a la boya un aro porta peces que con su punta afilada en el extremo del arco permite fácilmente colgar pulpos, morenas, langostas, etc. El fusil Corsario que usaba, tenía muchos problemas, había que hacerle demasiado mantenimiento, perdía aire con mucha frecuencia por las múltiples gomas (juntas teóricas) que tenían en sus mecanismos, además no era fácil mover el fusil en el agua para seguir el movimiento del pez y dispararle.

Surgió en el mercado un fusil Brasilero de la marca Cobra, cuyo representante en Venezuela era mi amigo Claudio Scrossopi, me cambié a este fusil y ese ha sido el mejor fusil que he tenido. Su mantenimiento es mínimo, por su forma es fácil moverlo en el agua, ofrece poca resistencia para seguir el movimiento de un pez, compré los dos modelos, el grande Cobra ataque y el cobra junior. El mantenimiento es mínimo, lavarlo en agua dulce después de usarlo y darle un toque de spray antioxidante en el cañón. A continuación quisiera compartir con ustedes algunos consejos producto de las experiencias que he tenido en estos años de pesca, errores que he cometido que me han enseñado, muchos de ustedes es probable que ya los conozcan.

1- Nunca deben ir a pescar solos, se necesita por lo menos otra persona que los acompañe, preferiblemente una persona experimentada, que los ayude en una emergencia donde necesiten por ejemplo rematar una pieza grande, mal arponeada. Si el acompañante no tiene experiencia o no es ducho en la materia hay que estar pendiente de su seguridad lo que significa que se debe pescar a una buena distancia uno del otro para no espantar la pesca pero eso si manteniendo el contacto visual.

2- A la mar siempre hay que llevar un cuchillo bien afilado, este debe ser de hoja corta, con una funda que se pueda llevar fácilmente en el traje de baño o en el chaleco de pesca, debe estar a la mano fácilmente para rematar un pez, cortar una cuerda, etc. Esta útil recomendación me la hizo una vez Julio Cubeddu, varias veces campeón nacional de pesca submarina.

3- Hay que tener un cuidado extremo cuando se atora la flecha en una cueva, después de un disparo, como es lógico se desciende a aflojarla o sacar el pez arponeado, mucho ojo con el mecate que une la boya al fusil, este puede quedar a media agua haciendo formas extrañas, el caso es que mientras estamos concentrados manipulando la flecha para aflojarla puede que el mecate roce nuestra pierna sin que nos demos cuenta, enredándose este en torno a la pierna, pudiera también estar enredado en los corales o rocas, al intentar subir a tomar aire nos encontramos con la sorpresa que no podemos subir, nos tranca el mecate, la situación es altamente peligrosa, nos puede dar una crisis de pánico en la desesperación y ocurrir un evento fatal, lo he visto en varios casos, han fallecido submarinistas por esta “tontería”, tengo una experiencia personal bien fea de ella y saben lo que me salvó, llevar un cuchillo bien afilado con el cual corté desesperadamente la cuerda y nadé como alma que lleva el diablo a la superficie, a respirar desesperado.

4- Si se les llega a atorar la flecha en alguna cueva o laja, hay que tener calma para no perder la flecha en la desesperación, suban a la superficie, respiren, relájense tomen bastante aire y desciendan calmadamente a tomar la flecha, como lo van hacer, la flecha no la deben jalar hacia afuera como sería el instinto, deben empujarla hacia adentro girándola para que la lengüeta se cierre y se destrabe y lentamente siempre haciéndola girar extraerla, si no se puede hacer al primer intento, no se desesperen, vuelvan a subir, descansen, respiren y vuelvan a intentarlo, no hagan esfuerzos desesperados por despegarla, recuerden que no deben agotarse con el esfuerzo consumiendo todo el oxígeno, hay que tener en cuenta que deben recorrer un espacio regular para llevar a la superficie con seguridad para el cual se necesita tener algo de oxígeno en los pulmones.

Tengo tristes experiencias que han sufrido amigos que se les ha muerto un compañero de pesca por sufrir colapsos por agotamiento haciendo fuerza para extraer una flecha atorada.

5- Si arponean una raya, un chucho, ni se les ocurra tratar de rematarla en el agua, llévenla a la lancha o a tierra y entonces manipularla, estos peces tienen una cuchilla muy venenosa en la cola que la mueven con una destreza que ni se lo imaginan, se la entierran a quien esté más cerca, lo primero que deben hacer antes de manipularla es cortarles la cola, la toman por el extremo se sujeta firme y se corta fácilmente, he visto casos de accidentes fatales por la ponzoña de la raya, en todo caso si los llega a cortar con la cuchilla el ardor y el dolor es terrible, puede ocasionar infartos, desmayos.

Hace años pesque una raya en Punto Azul o el Cusuy, un punto de la carretera a Los Caracas, fue la raya más grande que he pescado, 120 kilos, la vi echada en la arena parcialmente tapada, le veía solo los ojos y la cola, baje y me pareció demasiado grande, no pensé en dispararle, si le disparaba y el tiro no era bueno podría hacerme esquiar encima del agua hasta perder el fusil, sucedió que en ese momento se levantaba para irse y por instinto sin apuntar bien le dispare con tan buena suerte que le di en el espinazo, un tiro bien difícil, fue por instinto, si le hubiera apuntado bien seguro que no le hubiera dado un buen tiro. En otra ocasión, cerca de este sitio, en un bajo de Los Caracas, me pasó un buen chucho, como de 60 kilos, una belleza de animal, me le acerque, nadaba lento y también sin apuntar mucho le disparé, fue un tiro increíblemente certero, en el espinazo, en ambas ocasiones después de dispararles, sabiendo lo fuerte que jalan en el agua, por la experiencia, me sujete la máscara a la cara, agarré fuerte el mecate esperando el salvaje templón, nada sucedió, me quedé a la expectativa, esperando que arrancara como un fuera de borda, moví el mecate de arriba hacia abajo y nada, estaban inmovilizados. Por cierto la langosta más grande que he pescado ha sido en Los Caracas, de 5 kilos y medio, cuando la vi asomada en una laja creí que era una rama de bambú enorme. 1 foto: Un chucho pescado en el Bajo de La Canal, ahí vi una pareja de chuchos de más de 200 kilos. 2 foto: una guasa 130 kg pescada frente a Caruao, el que le disparó primero fue mi amigo Angelo López con un mal tiro, se lo iba llevando arrastras, menos mal que estaba cerca y vi, nadé rápidamente y se lo remate certeramente en el cerebro, se acabó el problema, ven la importancia de pescar en equipo con otra persona diestra. 3 foto: una muy buena raya pescada por los lados de Chuspa.

6- Cuando anden en una lancha en altamar, y dejen la lancha bien anclada, y se lancen a la mar, mantengan siempre la lancha a la vista desde donde estén, podrían pasar muchas cosas para las cuales hay que estar alerta: soltarse el ancla, romperse el mecate del ancla, nadar y perderla de vista desorientándonos nosotros como le sucedió a este autor en las Aves, ser víctimas de un robo por delincuentes que también navegan.

Les voy a contar muy breve, lo que le sucedió a esta persona por torpeza extrema.

Años atrás estuve de pesca invitado por un gran submarinista, Gino Caso, fuimos a Las Aves, partiendo desde el Macuto Sheraton en su lancha Osiris, anclamos el yate en una ensenada junto a un cayo que tenía un faro y desde ese punto salimos en una balsa de goma a unos bajos que estaban bastante lejos del punto, pescaba en equipo con Ángelo en un bajo de corales enorme donde no habían referencias, estábamos lejos de los cayos, estos no se divisaban, cometí el error, de distraerme y perder las referencias de la balsa en la que navegábamos la cual estaba anclada, tenía más de 25 kilos de peces, estuve a la deriva por más de 4 horas, perdido, sin referencias, sin orientación, de un fondo de 11 metros la corriente sin que me diera cuenta me llevaba mar afuera a fondos de más de 40 metros, los tiburones carite se dieron banquete con mi pesca, llegaban uno a uno muy organizados, seleccionaban el pez que más les gustaba y de una sola mordida se lo tragaban y se iban, venía el otro y así perdí toda la pesca me quedo una sola cabeza de mero, salvé la vida gracias a la experiencia de Gino que supo mantenerse en el sitio donde me perdí, colocando una boya sujeta al fondo y dando vueltas alrededor, muy tarde ya bajando el sol por el oeste, me di cuenta que en el oeste había visto un coral que sobresalía algo en el agua cuando navegábamos hacia el bajo y este recordé que estaba perpendicular al este, decidí nadar hacia el oeste ya que el sol se estaba ocultando, eran casi las 6 de la tarde, nadando en esa dirección divisé muy lejos lo que parecía un pequeño punto en el mar, pensé que eran los corales, eran ellos que se iban al yate porque les quedaba poca gasolina a reportarme como desaparecido en el mar, iba a convertirme en un fantasma más de las Aves. ese día volví a nacer. Los errores míos no terminaron aquí, esa noche estaba limpiando pescados en una plataforma que el yate tenía al nivel del agua en la popa, estaba sentado con los pies en el agua, había terminado y le pedí a Gino Hijo que me alcanzara un tobo para lavar la plataforma de sangre, este desde lejos me la lanzó mal y fue a caer lejos del yate, sin pensar, este que escribe pendejamente, se tiró al agua a recoger el tobo, coño, cuando estoy en el agua llena de la sangre, tripas y agallas de los pescados, etc. que creen ustedes que estaría en esas aguas en ese momento, tiburones, en mi vida he sentido un escalofrío tan pavoroso en el cuerpo, recordé lo que recomienda el manual, no generes miedo, mantente sereno, nada muy lentamente, despacio, así lo hice esperando lo peor, una mordida en cualquier parte de mi cuerpo desde la obscuridad de la noche en el agua indefenso, logré llegar a la plataforma ileso y sentarme a pasar el susto…. Lo peor nadie en el yate se percató de lo que hice, de lo que me podía haber pasado, si hubiera desaparecido ¿? Definitivamente ese día estuve salado.

7- Los tiburones no son tan bravos como creemos, se les puede asustar fácilmente, traten de arponear uno a ver si pueden, no dejan ni que nos acerquemos a ellos, siempre se me han acercado por detrás, nunca de frente, vienen a quitarme la pesca, he perdido buenas piezas por estos vándalos, son muy veloces, más de lo que ustedes creen, en una ocasión, pescando en las costas del estado Aragua, cerca de la orilla, me encontré con dos tiburones, uno como de 50 kilos y el otro más de 100, andaban en un fondo de menos de 5 metros, traté de casarlos, me quedaba en el fondo quieto agarrado a un coral, nada no me paraban, fui nadando hacia ellos y el más grande cogió hacia la orilla, muy lentamente, se metió entre dos rocas grandes que formaban una muy pequeña ensenada, ya está, pensé, está listo yo le estaba cerrando el paso, me fui acercando sigilosamente, el tiburón llegó hasta la orillita misma, se dio una ligera vuelta, muy lento, y en menos de un segundo, desapareció, solo vi apenas un leve reflejo pasar al lado mío, parecía un relámpago. Si tienen una buena pieza antes de colocarla en la boya, antes de tocarla y rematarla cerciórense que no hay un tiburón cerca, ese momento en que manipulamos el pez es lo más peligroso, el tiburón se puede lanzar a comerse el pez, y si en su camino encuentra un brazo o una pierna, se las lleva, esto ha pasado muchas veces y ha sido triste.

En una ocasión en mis primeros tiempos de submarinista pescando en el Bajo de La Sabana, tenía un Zapatero como de 5 kg amarrado a mi boya, vi un buen tiburón, nadar muy despacio por el fondo, me puse alerta, siempre mirando hacia atrás, temiendo que viniera a quitarme mi pieza, en una de esas, venía aboyado con su gran aleta sobresaliendo del agua, decidido a comerse la pieza, no sé lo que me pasó, me puse estúpido, cuando abrió la boca para tragarse la pieza, jalé el mecate de la boya, mordió el agua, dio una fuerte vuelta bajando a fondo y subiendo rápidamente, volví a jalar el mecate para que no se la tragará, y así estábamos coño hasta que estábamos junto y todavía sigo con la estupidez, le jalé el pedacito de mecate y mordió agua, el animal se alejó muy poco y se me vino encima, directo hacia mí, ahí fue donde se me pusieron los pelos de punta, encogí las manos y los pies para que no me mordiera, le puse mi fusil corsario de punta, y me pasó como el toro al torero, rozándome casi, salpicando de espuma la superficie, en ese momento no me había dado cuenta de que venía en mi auxilio Alberto Welimnsky, el tiburón se le fue encima vuelto loco, directo hacia él, lo espero y le disparó en la cabeza, la flecha entró bien, el animal empezó a girar sobre sí mismo, al rozar la cuerda de la flecha con la piel del tiburón se reventó y este se desapareció , nos montamos en el peñero, con mi zapatero, saben no le quise disparar cuando pude por el enorme tamaño del escualo, más de 150 kilos y además por pichirre, no quise perder mi fusil. Hace ya algún tiempo me encontraba pescando en el bajo de La Canal, cerca del pueblo de La Sabana, famoso por los tiburones que hacían difícil sacar un pescado arponeado completo, el caso es que había arponeado una buena aguadera de unos 7 kilos, la había rematado y la tenía en mis manos para llevarla a la lancha con el fusil descargado, en ese momento se me vino vuelto loco un tiburón conocido como limón por el color verdoso, son muy habituales conseguirlos en las orillas, me veo en la situación, recorrí al consejo del manual, asustarlo, con la aguadera en una mano y el fusil descargado nadé hacia él haciendo bulla debajo del agua, resultó se asustó y corrió lejos pero no tan lejos, aproveche en nadar e irme acercando al bote, no me dio casi chance se lanzó sobre mí de nuevo a comerse la pieza, repito la maniobra vuelvo a asustarlo y se va lejos para regresar así íbamos hasta que llegue al bote y coloqué en el la aguadera, cargué mi fusil y ahora si vamos a ver dónde andas, había desaparecido, solo estaba pendiente del pez y no de mí, ahora fíjense bien, si hubiera habido otro tiburón, me hubiera sorprendido porque solo estaba pendiente del que veía, corrí un riesgo innecesario por pichirre, por no querer perder mi pieza arponeada es mejor perderla pieza y no la vida, no les parece.

Recuerdo en una ocasión, pescando en el Cayo Norte en Tucacas, nunca había visto una concentración tan grande de tiburones como en el extremo de ese cayo cuyas aguas son las más cristalinas que he visto, parecía que flotábamos en el aire sin que hubiera agua de lo claro que eran y lo bien que se veían los fondos, serían más de 50 tiburones a más de 60 metros de hondo, mansitos, moviéndose lentamente, cerca de ese sitio en el extremo había un oleaje suave pero con mucha espuma medio revuelto cerca de la orilla, el caso es que vi un enorme tiburón que entraba y salía de ese masa de espuma, daba una larga vuelta lentamente, volvía entrar por detrás de la masa y salía siempre por el mismo lugar, era un espectáculo, una belleza de tiburón impresionante, mansito, ni de vaina le iba a disparar con mi fusil corsario, su piel era muy dura y no le penetraría bien la flecha, ocurre que nos habíamos traído a un amigo que no sabía pescar, le tenía miedo al mar y a los tiburones, ni pescaba y estaba aburrido en la lancha, voy y le aviso que se ponga una careta y las chapaletas y me acompañe para mostrarle un hermoso Guasinuco, lo llevo y lo coloco precisamente al lado de la espuma, exactamente por el sitio donde debería salir el enorme tiburón, y efectivamente aquel escualo salió por el mismo sitio, al lado de él, aquel hombre no se ahogó porque Dios es grande, le dio una baja de tensión, tuve que ayudarlo a subir en la lancha y cuando lo dejé se quedó ronco de las mentadas de madre que me echó, fue una buena broma.

8- Hay que tener un cuidado extremo con las lanchas, hoy en día, las llevan gente joven en muchos casos muy irresponsable y con influencia alcohólica, ni miran hacia adelante mientras conducen, a veces, nos ha pasado, le pasan al lado de los submarinistas que están en el agua por el solo gusto de molestarnos, en estos tiempos se ha visto que algunos de estos conductores son delincuentes, cometen robos, atracan a los pescadores.

Es importante llevar una boya bien visible y de ser necesario hacerles señas sacando el fusil encima del agua para que nos vean, he pasado muchas arrecheras con esta gente.

9- Es importante cuando se comienza a bucear, comenzar a hacerlas primeras inmersiones a poca profundidad, hasta calentar el cuerpo y acondicionar nuestro metabolismo a profundidades mayores y nunca aguantar la respiración hasta el límite cuando estamos en el fondo hay que recordar que hay un espacio que debemos recorrer entre el fondo y la superficie para lo cual hay que tener reservas en los pulmones para hacer ese recorrido con seguridad.

10-Con gripe hay que olvidarse de bucear, por muy buena que este el agua, el que esto escribe, en una ocasión impulsado por la fiebre de pescar, el mar como un plato, cristalino, me fui de pescaría, se me complicó no podía igualar la presión dentro y fuera del oído y me forcé a descender, como consecuencia me lesioné el tímpano y perdí permanentemente mi capacidad auditiva en el oído derecho, una imprudencia mía, habrá tiempos mejores para el buceo en el futuro no hay que desesperarse cuando el momento no es propicio, paciencia y esperar.

11-Hay un punto que deben tener muy en cuenta, cuando desciendan siempre recuerden que no deben estar en el fondo, aguantando la respiración hasta el límite, es muy peligroso, hay que conservar oxígeno para el esfuerzo de la subida y llegar con calma a ella. Hay animales que parece que lo embrujan a uno, les voy a contar, por los años 70 buceábamos con frecuencia en Chichiriviche de la Costa, salíamos desde la playa y nadábamos hasta la punta del cavo, a mitad de camino entre la playa y el cavo, siempre salía un enorme Guasinuco, una belleza, más de 30 kilos, aparecía mansito, bajamos y nos permitía acercarnos, pero eso sí, el animal parecía que sabía cuál era el alcance del disparo del fusil pues mantenía una distancia exacta donde no le llegaba el arponazo y así sin que moviera una aleta lo que hacía era bajar, sin que nos diéramos cuenta estábamos bien hondo y había que subir a respirar y para arriba íbamos, pasando la punta del cavo había otro más grande todavía, 40 kilos, el caso es que caí en la tentación guiado por el momento y la emoción de poderlo cazar que me distraje o me atonté y me fue llevando a lo hondo siempre mantenía la esperanza de que lo iba a arponear, así iba hasta que sentí la necesidad de respirar y subir a la superficie, cuando miro hacia arriba, la superficie estaba brutalmente lejos, me dio un ataque de pánico, solté el fusil y me lancé a toda velocidad a la superficie, apenas pude controlar el impulso de respirar desesperadamente, logré llegar pero me dio un terrible mareo y dolor de cabeza, aprendí de esa experiencia a ser precavido, se hace lo que se puede hasta donde se puede.

Los Guasinucos más grandes que he visto en toda mi vida los veía en el cayo que está frente a la entrada de la base naval de la bahía de Turiamo, del lado que da a la bahía, siempre que echábamos el ancla junto al cayo y me lanzaba al agua los veía, era un espectáculo, una manada de más de 70 Guasinucos, el mayor de más de 180 kilos con una panza impresionante y el más pequeño de unos 35, los veía una sola vez, al ser descubierto por ellos, daban un aletazo que parecía un trueno y desaparecían, no volvían a salir más. Hay un sitio bastante peligroso por las corrientes de las aguas, es el Farallón Centinela frente al Cavo Codera bien lejos mar adentro, son dos cayos el otro se llama el Farallonsito, haciendo un triángulo entre estos dos cayos y con el vértice hacia el norte se llega a La Estrella, un sitio donde de la profundidad de 200 metros se eleva una especie de cerrito hasta llegar a unos 50 metros de la superficie, la abundancia de pesca es extraordinaria en este espacio, el mayor cambote de Guasinucos que he visto en toda mi vida, los vi en este sitio, creo que miles, una nube de ellos por el fondo, el caso es que este sitio presenta unas fuertes corrientes que hacen difícil bajar a los fondos y luego subir, he perdido en este siniestro lugar a dos amigos submarinistas del pueblo costero de La Sabana, es lo que les digo, si nos descuidamos en el fondo y esperamos hasta el límite para subir a respirar, si es el caso de encontrar estas corrientes que le hacen resistencia al ascenso, lamentablemente no llegamos a la superficie como les pasó tristemente a ellos, ojo con estas condiciones

12- Me ayuda mucho a igualar presiones entre el oído interno y el externo, tomar abundante agua instantes antes de meterme en el agua, pruébenlo a mí me resulta.